Nihil

Mi querido Dragon, vetusta bestia de mil sombras pero sin forma alguna tu, que con tus ojos vehementes observas desde allende el silencio y la barahunda que es la mente, tu que eres el tiempo imbuido, tu que nos has visto crecer y entender, sentir y soñar, amar puerilmente y odiar pertinazmente pero sobre todo triunfar amargamente y caer en una picada tortuosa. Sobre todo esa caída, cual lucero vespertino, siempre cambiante y repentino, nos ha costado la vida ya las fuerzas en sobreponernos a tanta amargura y tristeza que deviene en la decadencia de las esperanzas. Tu, escondido tras eternos velos de niebla, hablas sutilmente en un clamor de susurros y ecos profanos, pero también pareciese que en ocasiones fueses cazurro y contradictorio, sin embargo, indudablemente sabio; mudamente sapiente en el silencio déspota y zafio que suele ser para con la razón y la conciencia en general el inconciente, que es  pues, la nada del todo clamoroso de formas abyectas o sublimes. 
Bien amado ser, que no obstante ha sido mermado por la peste cismática del deseo y el poder, por el mal original que nace de vuestros corazones olvidados de sapiencia y enclaustrados en fervor pasional de desdeñables pataratas, el veneno que corre por las venas del humano: el miedo. Viperinamente somos depredadores furtivos de la corrupción y la polución animática pues somos los señores de la masturbativa destrucción. Feerico ser de luces flagrantes y tonos fútiles e ingrávidos, has experimentado de primera mano lo que es la protervia del hombre, el cruel golpe que es su fulminante temor por la muerte y la nada, y tu, que viniendo de los bajíos lisonjeros del espíritu puedes vislumbrar la frontera, la umbra entre acción y pensamiento dime, ¿Te queda esperanza en nosotros aun? ¿Nos abandonaras a caso y perecerás como lo hacen las efemeras en un rio al final del verano? y mas importante es preguntarnos a nosotros mismos: ¿Esta vivo aun en nosotros nuestro amado espíritu?