Sólo silencio quedó entre ambos. Una pausa sostenida. Sólo
una nota en el aire. Así quedaron ambos entre fulgurantes recuerdos,
enmudecidos por una distancia que insondablemente les susurraba palabras que
los hacia arder en llanto y promesas de sueños e ilusiones... sólo el silencio prevalece. Luego el silencio, los acaricia
entre sus inertes garras tal como un león que dominó a su presa tras una lucha
sinuosa. Finalmente, los despojar de la carne, los deja desnudos al tiempo y
la soledad. Sólo el recuerdo prevalece. Sólo es una memoria pues el sentimiento ha
enmudecido.
La tierra continúa girando, inevitablemente la inercia los
aleja el uno del otro, tal como un ínfimo símil de la batalla entre los astros
que se distancian, que se devoran entre sí a cada instante. Es casi una alegoría
de como el universo desde el momento de su nacimiento se encuentra en una frenética
carrera para poder morir congelado en el silencio que le dio vida. Agotados por
el movimiento, se entregan al vacío. Se quedan inmóviles en el todo que los
rodea. Pareciese que se avecinan al momento en que la vida se quedará sin energía, esa energía que se apaga a cada
segundo. Sería perfecto imaginar que quedará un recuerdo sin embargo, el
recuerdo será inane una vez que el universo haya sucumbido a las marejadas abismales
de ignota quietud.
La vida continúa sin ellos; ahora se encuentran acallados por
una vorágine tumultuosa del ominoso cosmos. Esta ignota presencia, los devora
misteriosamente desde la inmensidad del escándalo de las cosas que existen en
todos lados. Parece que aquello que en silencio vivió, estuviese condenado a terminar
de la misma forma. Sólo el apabullante escándalo que es el “silencio” deja impreso
sus reconocibles trazos mórbidos que nos gusta llamar “ser” ¿Qué importa “ser” cuando la nada aparente domina el ajetreo de los cambios o lo
trasforma en quietud aparente? Sólo los vivos conocen la muerte, pues los
muertos sólo conocen el silencio.
El movimiento continúa a pesar de la pequeñez de ellos. El
vaho ardiente de las pasiones les aleja de la nada. Los mantiene con vida en
este clamor etéreo; un drama, un choque y agresión de seres cósmicos que se
disputan el espacio como emociones en la mente.
Sin embargo, de estos dos, solo yo soy el que vive en sueños.
Sueños, recuerdos de lo inexistente.
¿Qué más vida me queda si ya solo soy un recuerdo? ¿Qué más
vida me queda si ya solo me encuentro contigo en sueños? Así, solos, en el
silencio estamos. El olvido nos acecha a cada palabra que guardamos y el
silencio somos nosotros.